Un día especial

El tiempo...

Ese que a veces pasa deprisa...otras lento cual tortuga...pero nunca se detiene ante nada, ni nadie. Para él, todos somos iguales, insignificantes, porque él lo puede todo. Es quien reduce todo a cenizas tarde o temprano, y nadie escapa de su férrea voluntad.


Hoy se cumplen 20 años, 2 décadas, 4 lustros, 35854 días, del día en que llegué a este mundo, y parece que fue ayer cuando andaba gateando, entraba al cole y jugaba sin preocupaciones...Era un niño feliz y despreocupado. ¿Y ahora? Universitario de tercer año, con muchas cosas en la cabeza, y un futuro incierto, que nunca se sabe a dónde llevará.

Curiosa es la vida: no queremos envejecer, pero aun así, lo seguimos celebrando. Es la forma que tiene la humanidad de evadirse de pensar en que la vejez está ahí, que algún día llegará, y puede pillar por sorpresa. Al igual que uno ahora se ve joven, fuerte y con toda la vida por delante, en un pestañeo puede estar ya casado, con una familia formada, y con un trabajo estable. Y al siguiente, estar ya decrépito, sin energía para nada, pero tiempo para todo. Paradojas de la vida.

Si en definitiva, la vida como la conocemos debería ser al revés, como en el caso de Benjamin Button: empezar muriendo, para superar el trauma, vivir varios años en una residencia con gente cuidándote, entrar a trabajar y que te regalen un reloj de oro. Después, trabajar durante 40 años hasta ser lo bastante joven para dejarlo, y a partir de entonces, ir de fiesta, vivir la vida, jugar despreocupadamente en la niñez; y los últimos 9 meses, pasarlos en una habitación con calefacción y nutrición automática, para al final, morir en un orgasmo.

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